EL LADRÓN DE SONRISAS
Susanna Isern
Ilustrado por Raquel Dïaz Reguera
2016
"Por la ciudad de los días grises, Adri avanza con un gran saco.
Tiene un aire misterioso, parece buscar algo".

Adri se las ingenia para dibujar sonrisas en los demás haciendo lo que haga falta, cualquier cosa, desde soplar pompas de jabón hasta recitar poemas. Así consigue sonrisas que atrapa y que van nutriendo su saco. Adri es un ladrón de sonrisas, pero ojo, porque cual Robin Hood las utilizará para hacer el bien a los demás...Así, si alguien tiembla de frío, Adri lo hace entrar en calor con la llamarada de un dragón. Si hace calor, Adri llama a la brisa del mar y, cuando cae la noche, reparte las sonrisas conseguidas para que puedan ser encontradas por todos aquellos que la necesiten en cualquier parte: en el azucarero, dentro de los libros. Si las calles están tristes, del saco de Adri se escapa una dulce música que impregna todo y a todos haciendo que los enamorados se abracen, los que están discutiendo se callen y es entonces el momento cuando las sonrisas comienzan a trepar por la fachadas, lo que aprovecha el pequeño niño de profundos ojos verdes para volver a su casa con su saco repleto de sonrisas.
Pero un día, siempre hay un dia que marca diferencias, nuestro pequeño se encuentra con una niña sentada en un banco del parque con la mirada perdida. Adri intenta hacerla sonreír con helados, con globos de colores, pero no hay manera. ¿Qué le pasa a la chica? ¿Logrará Adri su objetivo?
Susanna y Raquel llevaban años soñando con realizar este proyecto juntas, sueño que ha sido posible gracias a la editorial Amigos de Papel. Para esta historia Susanna se ha inspirado en su propio hijo, Adriel, que Raquel ha retratado magistralmente en este album ilustrado. Es un canto al optimismo y a la perseverancia, destacando, también el saludable ejercicio de hacer sonreir a los demás y sobre como, aquello que plantamos se nos devuelve multiplicado por mil.
Hoy Andalucia celebra su "9 d'Octubre". Es el dia de sus tierras y de sus gentes. Un poeta de esta tierra nuestra les dedicó unos versos que, como los troncos retorcidos de sus olivos, ya son inmortales. Rescatamos esos versos del libro donde moran y habitan para homenajear a toda Andalucia.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.
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