MEMORIAS DE UN NIÑO CAMPESINO - Xosé Neira Vilas -

MEMORIAS DE UN NIÑO CAMPESINO

Xosé Neira Vilas
Ilustrado por Xosé Cobas Gómez
1961 - Reeditado en 2009

"Balbino. Un niño de aldea. Como quien dice, un nadie. Y, además, pobre. Porque de la aldea también es Manolito y no hay quien se atreva con él, a pesar de lo que le sucedió por mi causa. 
En verano ando descalzo. El polvo caliente de los caminos me hace correr. Me lastiman las arenas y nunca falta alguna tachuela para clavárseme en los pies. Me levanto cuando aún es de noche cerrada, a las dos o tres de la mañana, para llevar el ganado a pastar, ir a la arada o juntar gavillas de centeno."


"Memorias dun neno labrego" es una novela histórica y social de Xosé Neira Vilas publicado en Argentina en 1961. Trata de los recuerdos de infancia de un niño pobre del campo gallego. Es el libro más leído de la literatura gallega.
Balbino cuenta, a modo de diario estructurado en 16 relatos, sus experiencias vitales cotidianas: desde las fiestas tradicionales como el carnaval o las verbenas, hasta la vivencia dramática del luto familiar. Dolor y esperanza unidos, buscando un futuro no escrito. Y en este juego de contradicciones, la emigración puede ser el mejor camino o una falsa salida... El protagonista de esta entrañable historia reflexiona también sobre la injusticia, la rebeldía y las diferencias sociales con respecto a la familia más adinerada de la aldea. El colegio es otro lugar frustrante para un joven Balbino incomprendido, enamorado y perdido en un mundo cambiante. Pero en medio de tanta confusión, recibirá enseñanzas sobre la honestidad, la solidaridad y la esperanza, que le irán mostrando el camino. Cuando su amigo Lelo emigra, comienza a escribirle cartas contándole lo que sucede. Hasta que el cuaderno llega a manos de un escritor universitario que le dice que no se lo va a mostrar a nadie... “Memorias de un niño campesino” es la primera de una trilogía -junto con “Cartas a Lelo” y “Aqueles anos do Moncho”- que refleja el mundo rural gallego y la emigración desde el punto de vista de un niño.
Os dejo un fragmento para abrir boca.

"Hace muchos meses que mi hermano Miguel se marchó para América. Todavía recuerdo cuando se despidió de nosotros. Mi madre, la tía Carmen y la abuela lloraban. Mi padre estaba serio como un palo. Ni lágrimas ni sonrisas; los hombres son hombres. El abuelo no quiso ir. A Celia, que está de criada en Loxo, le mandamos recado, pero no la dejaron venir los señores. 

Yo estaba en medio de todos. Nadie me hacía caso. Se apuraban a darle consejos al viajero mientras no llegaba el autobús. Miguel decía a todo que sí con cara de «tanto me da». Le cogí una mano y me puse a contarle los dedos de un lado para el otro, desde el gordo al meñique. No dije ni pío, pero me gustaba que Miguel se marchase. Después me contaría muchas cosas. Y yo las diría en la escuela. Como no me hacía caso, de un tirón le llevé hasta el borde de la carretera. Se agachó y le dije al oído: «Yo quiero que te vayas. Mándame una carta desde América y cuéntame historias de allá». Se rió, me puso una mano en la cabeza y me revolvió el pelo. Sentí como una picazón, un estremecimiento en todo el cuerpo. 
Escuchamos la bocina del Modelo. Venía a toda velocidad; con una montaña de cajones y cestos encima. Mi madre y la abuela besaban y abrazaban a Miguel y seguían lloriqueando. Mi padre levantó la maleta hasta donde estaba el revisor. Una maleta nuevecita, hecha por el carpintero de Quintela. Después apretó contra sí un instante a mi hermano. Antes de meterse en el coche, Miguel me cogió por el pescuezo, me dio un beso en la cara y con un «abur, Balbino», huyó como un relámpago. Yo me quedé hecho un papanatas. No supe decir ni hacer nada. Arrancó despacito el Modelo. Miguel miraba para nosotros mientras agitaba en el aire un pañuelo. 
[...] 
Callaron un momento. Yo seguí pensando en el pan de trigo y en el queso. Y en la buena suerte de Miguel. A mi padre no le gustaba dejar así aquella conversación y dijo que la gente moza deseaba conocer mundo e ilustrarse, y fue cuando el abuelo lanzó otro de sus discursos y dijo que lo malo era eso: que se marchase la juventud. Y que ojalá se tratase de una locura de viejos, porque los viejos dan pérdida, pero se va la gente que trabaja y el país está poblado de viejos y niños. También dijo que eso de ilustrarse eran cuentos de feria, pues muchos emigrantes, cuando se van, son personas que tienen buen juicio para entender y razonar muchas cosas y que después se vuelven monigotes. El abuelo comparó eso a un mirlo enjaulado. Dice que podemos alimentarlo a nuestro modo y hacerle silbar cualquier canción, pero no se acostumbra. Un día se libera y huye para el monte, pero en el monte es un ajeno, un mirlo echado a perder. Eso del mirlo sí que estuvo gracioso. "

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