EL CASTILLO DE LAS TRES MURALLAS
Carmen Martín Gaite
1986
"Había una vez, hace mucho tiempo, un hombre inmensamente rico, pero tan desconfiado que nunca había sido capaz de disfrutar de su riqueza sin sobresaltos. Se había hecho construir en lo alto de una enorme montaña un castillo de mármol negro rodeado por tres murallas, a las que bautizó con los nombres de la de los Fosos, la Roja y la Erizada, y estaban dispuestas por ese orden, contando de arriba abajo. O sea que la Muralla Erizada, que era también la más alta, abarcaba a las otras dos y es la que se veía más cerca al pasar al pie de la montaña."
Hoy Carmen Martín Gaite, Premio Café Gijón en el 54, el Nadal en 1957 y el Principe de Asturias de las letras en 1988, amén de otros que, por no hacer larga esta introducción omitimos, hubiera cumplido 92 años. En cierto sentido su vida tiene algunos paralelismos con la de Isabel Allende. Ambas compartieron cierto "sentido trágico de la vida" que plasmaron en parte de sus obras.
De toda su obra he elegido este pequeño cuento que se lee de una sentada, prácticamente setenta páginas.
Es un relato fantástico que nos introduce en el mundo del cuento maravilloso. Lucandro sólo vive para vigilar y contar sus pertenencias. Aficionado a las cosas de forma exagerada y maniática, es incapaz de disfrutar de ninguna. Serena, su esposa, es víctima de su afán posesivo; sola, privada del afecto de su hija, decide un buen día escapar con el profesor de música y vivir su vida. El ambiente cerrado y opresivo contrasta con el ansia de libertad de Serena. Ilustraciones que recuerdan los arcanos del tarot marcan el destino de los personajes y apoyan el carácter simbólico de la obra.

Algunos narradores centran todas las posibilidades y la fuerza del cuento en la primera frase. Que ésta sea una puerta que se abra, que invite a la lectura y a la entrada depende del acierto de su elección y de su situación fronteriza: punto de paso entre dos mundos, éste, el anodino y cotidiano, y "el otro", el brillante y sorprendente universo de la ficción.
Con ese "Había una vez..." Carmen Martín Gaite recupera la tradición del cuento que de algún modo está integrada ya en la forma de nuestro pensamiento como modelo indiscutible. El Castillo de las Tres Murallas se encuentra en lo alto de una montaña, dominando el Pasaje de los Lobos y el pueblo de Belfondo. El Castillo es de mármol negro y está rodeado por tres murallas y dos fosos. Las murallas tienen nombre propio porque el espacio significa en la historia: La Muralla de los Fosos, la Roja y la Erizada; ésta última, la exterior y la más alta, rematada por pinchos y cristales. El foso más pegado al castillo y también el más profundo, de aguas verdes y espesas, está habitado por una especie de ratas gigantes, rojas y con cola de cetáceo, llamadas brandas. Estos animales que presentan una extraña y caótica mezcla de características son, en número de doce, un verdadero monstruo defensor del castillo .
El espacio es cerrado, concéntrico, inaccesible: además de las murallas están las verjas de barrotes tan juntos que sólo puede pasar la mirada. La inscripción en el arco de la entrada confirma el carácter de su dueño: "Pasad de largo". Sin embargo, todo dentro del recinto no es negrura; entre la Muralla de los Fosos y la Roja hay un magnífico jardín cuidado por un esclavo, Tituc. Crecen aquí flores y árboles de especies exóticas y se pasean doce pavos reales, en curiosa simetría con las doce brundas del foso. Como dice el cuento, este jardín tiene un aire de paraíso. Y en realidad todo el recinto del castillo se presenta como una especie de microcosmos. El calco es tan visible que las escaleras cuentan con tantos escalones como días tiene el año, cuatro descansillos que representan las cuatro estaciones y una balaustrada con relieves simbolizando los signos del zodiaco . Desde el pueblo, a causa de las tres murallas cada una más alta que la otra, sólo se ve, lejana y casi siempre entre nieblas, la parte más elevada del Castillo. Sobre lo que no se percibe con nitidez se imagina, se inventa. Sólo sobre lo que no se ve con nitidez tiene posibilidad de crecer el relato. El Castillo de las tres Murallas recortándose contra el cielo, parecía tan inexpugnable y fantasmal que producía respeto ya sólo con mirarlo desde la falda de la montaña. Los campesinos de Belfondo la llamaban la "Montaña Tenebrosa'. Ya tenemos el espacio en el que habita y sobre el que reina Lucandro.

La historia está servida. Ahora solo queda disfrutar de ella.
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